miércoles, 14 de julio de 2010

La riqueza de la naciones de Adam Smith

La riqueza de las naciones

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Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones
Wealth of Nations.jpg
Autor Adam Smith
Tema(s) Economía
Edición original en inglés
Título original An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations
Editorial W. Strahan & T. Cadell
Ciudad Londres
País Bandera del Reino Unido Reino Unido
Fecha de publicación 1776

Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (originalmente en inglés: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations), o, sencillamente La riqueza de las naciones, es la obra más célebre de Adam Smith. Publicada en 1776, es considerada el primer libro moderno de economía.

Smith expone su análisis sobre el origen de la reciente prosperidad de determinados países, como Inglaterra o los Países Bajos. Desarrolla teorías económicas sobre la división del trabajo, el mercado, la moneda, la naturaleza de la riqueza, el «precio de las mercancías en trabajo», los salarios, los beneficios y la acumulación del capital. Examina diferentes sistemas de economía política, en particular el mercantilismo y la fisiocracia y desarrolla también la idea de un orden natural, el «sistema de libertad natural», como resultado del interés individual hacia el interés general en la solución del juego de la libre empresa, de la libre competencia y del libre comercio.

La riqueza de las naciones es hoy una de las obras más importantes de esta disciplina, para Amartya Sen, «el libro más grande jamás escrito sobre la vida económica».[1] Es el documento fundador de la economía clásica y, sin duda, del liberalismo económico.

Contexto

Artículo principal: Adam Smith
Adam Smith, autor de La riqueza de las naciones.

Adam Smith empezó la redacción de La riqueza de las naciones en 1764, mientras era tutor del joven duque de Buccleugh, cargo por el que fue retribuido generosamente con una pensión vitalicia. Con ocasión de un «Grand Tour», un largo viaje por Europa con su alumno, pasa dieciocho meses en Toulouse, invitado por el abad Seignelay Colbért. Smith hablaba poco francés y la mayoría de los escritores y filósofos que esperaba encontrar en Toulouse no se encuentran en la ciudad por lo que pronto se aburrió.[2] En una carta dirigida a David Hume, Smith anunciaba que había «empezado a redactar un libro con tal de pasar el tiempo ».[3] Smith trabajaba en este proyecto desde que era profesor de economía política y de otras materias en la universidad de Glasgow,[4] y realiza una alusión a la conclusión del primer libro de la Teoría de los sentimientos morales, la obra de filosofía moral que lo dio a conocer.

A finales de 1764, aprovechó un viaje a la asamblea de los Estados del Languedoc en Montpellier, la región más liberal de la Francia del Antiguo Régimen, donde hizo adoptar el libre comercio de grano;[5] de lo que aparecen testimonios en el libro.[6] Igualmente visitó Suiza, donde se encontró con Voltaire, y después París, donde su amigo el filósofo David Hume lo introdujo en los más importantes salones. Allí discutió con los fisiócratas François Quesnay y Turgot, que estimularon su inspiración,[7] así como con Benjamin Franklin, Diderot, d'Alembert, Condillac y Necker, con quien mantuvo contacto durante muchos años.

Tras su regreso a Gran Bretaña en 1766, Smith poseía un patrimonio suficiente que le permitió dedicarse de lleno a su obra, y retornó a Kirkcaldy tras pasar algunos meses en Londres. La redacción era muy lenta, entre otras razones por los problemas de salud de Smith. David Hume se impacientó, y en noviembre de 1772 le ordenó acabar su obra antes del otoño siguiente «para hacerse perdonar».[8] En 1773, Smith se instaló en Londres con tal de acabar su manuscrito y encontrar un editor. Todavía faltaban tres años para que La riqueza de las naciones fuera publicada, en marzo de 1776. Smith quería dedicar su libro a François Quesnay, pero la muerte de este en 1774 se lo impidió.

[editar] Visión de conjunto

Según Dugald Stewart, primer biógrafo de Smith, el principal mérito de La riqueza de las naciones no proviene de la originalidad de sus principios, sino del razonamiento sistemático, científico, utilizado para validarlos, y también de la claridad con la que son expresados.[9] En este sentido, la obra es una síntesis de los aspectos más importantes de la economía política; una síntesis audaz que va más allá de cualquier otro análisis contemporáneo. Entre los observadores anteriores a Smith que le inspiraron se encuentran, John Locke, Bernard Mandeville, William Petty, Richard Cantillon, Turgot, y seguramente, François Quesnay y David Hume.[10]

El pensamiento de Smith estuvo inspirado por varios principios favorecidos por la Ilustración Escocesa: el estudio de la naturaleza humana es un aspecto primordial, indispensable; el método experimental de Newton es el más apropiado para el estudio del hombre; la naturaleza humana es invariable en todas partes y a lo largo del tiempo. Para Donald White, Smith estaba igualmente convencido de la existencia de una progresión en el desarrollo humano (el progreso) por unas etapas bien definidas, y esta idea se encuentra explícitamente en el modelo de desarrollo económico en cuatro etapas expuesto en La riqueza de las naciones.

Aunque Smith es conocido en la actualidad como un importante economista, él se consideraba, a pesar de todo, profesor de filosofía moral, asignatura que había enseñado en Glasgow. Así, La riqueza de las naciones no trata solamente de economía (en el sentido moderno), sino también de economía política, de derecho, de moral, de psicología, de política, de historia, así como de la interacción y la interdependencia entre todas estas disciplinas. La obra, centrada en la noción del interés personal, forma un conjunto con la Teoría de los sentimientos morales, donde había explicado la simpatía inherente a la naturaleza humana. El conjunto debía ser completado por un libro sobre la jurisprudencia que Smith no pudo acabar e hizo quemar a su muerte.

Tablas de precios del trigo entre 1637 y 1750, entre las numerosas referencias empíricas de La riqueza de las naciones.

La problemática de La riqueza de las naciones es doble: por un lado, explicar porqué una sociedad movida por el interés personal puede subsistir; por el otro, describir cómo apareció y cómo funciona el sistema de libertad natural.

En este sentido, Smith utilizó sistemáticamente los datos empíricos (ejemplos y estadísticas) para validar los principios que expuso, una «avidez de hechos» (el índice tiene 63 páginas)[11] que fue denunciada por algunos de sus sucesores tras la «revolución ricardiana». Así, Nassau William Senior deploró «la importancia exagerada que numerosos economistas conceden a captar datos». Los razonamientos abstractos se mantienen en un mínimo estricto y, para Jacob Viner, Smith «dudaba sobremanera que la abstracción pudiera aportar la comprensión del mundo real o guiar ella sola al legislador o el hombre de Estado».

Si bien utilizó un tono decididamente optimista respecto del crecimiento económico, advirtió también del riesgo de alienación que puede suscitar la división del trabajo.

[editar] Plan

La riqueza de las naciones está compuesta por cinco libros, donde los temas, según Emma Rothschild y Amartya Sen,[12] son:

  1. Causas que han perfeccionado las facultades productivas del trabajo y del orden, según las cuales los productos se distribuyen naturalmente entre las diferentes clases sociales (sobre la naturaleza humana, el trabajo, y «la habilidad, la destreza y la inteligencia que ha aportado»);[13]
  2. De la naturaleza de los fondos o capitales, de su acumulación y su uso (descripción de los negociantes y del capital);
  3. De la diferente marcha y del progreso de la opulencia en diferentes naciones (historia del desarrollo económico y política económica);
  4. Sistemas de economía política (en particular, el sistema del comercio internacional);
  5. De los ingresos del soberano o de la comunidad (ingresos, gastos y objetivos de gobierno).


[editar] La división del trabajo y el interés personal

Fabricación de alfileres, lámina de L'Encyclopédie.

Smith parte de la constatación de que:

El trabajo anual de un país es aquel fondo que en principio proporciona todas las cosas necesarias y convenientes para la vida y que anualmente consume el país; y estas cosas son siempre o el producto inmediato de este trabajo, o compradas a otros países con este producto.

No hace del trabajo el único factor de producción, pero remarca su importancia desde el inicio de la labor, que lo distingue de entrada de los fisiócratas y de los mercantilistas. La mejora de la productividad del trabajo depende en gran parte de su división, ilustrada por su célebre ejemplo de la fábrica de alfileres (inspirado en L'Encyclopédie de Diderot y d'Alembert): allá dónde un solo hombre, sin formar, no podría fabricar más de un alfiler por día, la fábrica utiliza los obreros en varias tareas diferentes (estirar el alambre, cortarlo, afilarlo, etc.), y llega así a producir cerca de 5 000 alfileres por obrero empleado. La división del trabajo se aplica más fácilmente en las manufacturas que en la agricultura, lo que explica su retraso en productividad.

La división del trabajo por sí misma no proviene de la sabiduría humana o de un plan preestablecido, sino que es la consecuencia «de una cierta tendencia natural de todos los hombres [...] que los lleva a traficar, a hacer intercambios y cambiar una cosa por otra».[14] La motivación de esta tendencia al intercambio no es la benevolencia, sino el interés personal, es decir, el deseo de mejorar su propia condición:

Pero el hombre necesita casi constantemente la ayuda de sus semejantes, y es inútil pensar que lo atenderían solamente por benevolencia. [...] No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero, la que nos lleva a procurarnos nuestra comida, sino el cuidado que prestan a sus intereses. Nosotros no nos dirigimos a su humanidad, sino a su egoísmo; y no les hablamos de nuestras necesidades, siempre de su provecho. [...] La mayor parte de estas necesidades por el momento se satisfacen, como las de los otras hombres, por trato, por intercambio y por compra.[15]

Así, incluso en una sociedad donde no hay benevolencia hacia los desconocidos, donde cada uno de los individuos persigue su interés personal, donde los intercambios económicos se hacen entre «mercenarios», puede prosperar en base a la cooperación.[16] Con motivo del estudio de los comportamientos de los animales, Smith concluye igualmente que los humanos son los únicos de estos que se dan cuenta de que tienen todo por ganar participando voluntariamente en un sistema económico donde cada uno trabaje para obtener los bienes que satisfagan a todos:[17] el interés personal no es su única motivación, puesto que haría cualquier negociación imposible; un hombre es también capaz de comprender el interés personal de su compañero (un ejemplo de simpatía) y de llegar a un intercambio mutuamente beneficioso.[18]

Si el interés personal tiene un lugar importante en La riqueza de las naciones, lo es también porque no lo contempla como el único aspecto económico de la relación del hombre en la sociedad. La Teoría de los sentimientos morales ofrece una perspectiva bastante más amplia y presenta una teoría de la relación social que no es reproducida en La riqueza de las naciones; demuestra que la visión de Smith no se resume en la de un Homo œconomicus. No obstante, la contradicción aparente entre las dos principales obras de Smith, ha dado origen a un «problema Adam Smith» en la literatura económica,[19] hoy caduco.[20]

Smith mostró a continuación que una cierta acumulación de capital es necesaria para la puesta en marcha de la división del trabajo y que el único límite para esta es la dimensión del mercado. Esta proposición ha sido considerada como «una de las más brillantes generalizaciones que se pueden encontrar en toda la literatura económica».[21] El progreso viene así de la división acelerada del trabajo, que proviene de una inclinación natural del hombre. El intercambio, natural y espontáneo, se inscribe en el «sistema de libertad natural» que es subyacente en toda la obra.

Smith también era consciente de los efectos adversos de una mayor división del trabajo:

Un hombre que pasa toda su vida para completar unas pocas operaciones simples cuyos efectos son siempre los mismos, o casi, no tiene tiempo para desarrollar su inteligencia ni ejercer su imaginación para buscar los medios para resolver aquellas dificultades que nunca se terminan de localizar; pierde pues naturalmente el hábito de desplegar o de ejercer sus facultades y se vuelve, en general, tan estúpido e ignorante como se pueda convertir una criatura humana; el aletargamiento de sus facultades morales lo hace incapaz de apreciar ninguna conversación razonable ni de tomar parte en ellas, hasta le impide sentir alguna pasión noble, generosa o tierna y, en consecuencia, formar algún juicio mínimamente justo sobre la mayoría de los deberes más ordinarios de su vida privada

El individuo se vuelve entonces incapaz de formar un juicio moral, tal y como se describe en la Teoría de los sentimientos morales. Para prevenir esta situación, Smith recomienda una intervención gubernamental que se haga cargo de la educación de la población.

[editar] El valor del trabajo y la moneda

La moneda permite medir e intercambiar el valor, pero no es el valor en sí misma.

Una vez establecida la división, cada miembro de la sociedad debe poder recurrir al resto para proveerse de aquello que necesite; es pues necesario tener un medio de cambio, la moneda. La posibilidad de intercambiar bienes propiamente, o a cambio de moneda, hace aparecer la noción de valor. El «valor» tiene dos significados: el valor de uso, o utilidad, y el valor de cambio. Smith se centra sobre todo en el segundo (plantea, pero no resuelve, la paradoja del valor sobre el primero). ¿Cómo medirlo? ¿Cuál es el factor que determina la cantidad de un bien a la hora de intercambiarlo por otro? Para él, «es del trabajo de los demás del que cabe esperar la parte más grande de todos estos bienes; así, será rico o pobre, según la cantidad de trabajo que podrá pedir o que estará en capacidad de comprar. [...] El trabajo es pues la medida efectiva del valor intercambiable de toda mercancía».[23]

El valor del trabajo es constante: «Las cantidades iguales de trabajo deben ser, en cualquier tiempo y cualquier lugar, de un valor igual para el trabajador. [...] Así, el trabajo, no variante nunca de su propio valor, es la única medida real y definitiva que puede servir, en cualquier tiempo y en cualquier lugar, por valorar y comparar el valor de todas las mercancías. Es su precio real; el dinero no es más que su precio nominal».[24]

Esta teoría del valor, que ignora la demanda y se basa exclusivamente en los costes de producción, se impondrá durante más de un siglo, hasta que William Jevons, Carl Menger y Léon Walras introdujeron el marginalismo.

Para Smith, la moneda no es el valor en sí, y la acumulación de moneda no tiene interés económico para un país. La moneda es cada vez más la forma de medida práctica del valor de las transacciones, así como el medio de cambio de este valor. Para cumplir estas funciones, los metales preciosos son particularmente apropiados, puesto que su propio valor varía poco en periodos de tiempos razonables. A largo plazo, el trigo es un patrón mejor. Aun así, los metales preciosos tienen ellos mismos un coste importante, y se propone pues reemplazarlos por el papel moneda, siguiendo una ratio estricta con objeto de evitar la emisión sin contrapartida. El sistema bancario resultante se convierte entonces en «una especie de gran carretera aérea, donando al país la facilidad para convertir una gran parte de sus grandes carreteras en buenos pastizales y en buenas tierras para el trigo».[25]

[editar] Los factores de producción

En una economía primitiva, se puede considerar que solamente la cantidad de trabajo utilizada para producir un bien determina su valor de cambio; en una economía avanzada la formación de los precios es más compleja, y se divide en tres elementos: el salario, el beneficio y la renta (predial o de arrendamiento) que constituyen la remuneración de los tres factores de producción: el trabajo, el capital, y la tierra. Smith distingue igualmente tres sectores de actividad: la agricultura, la industria, y el comercio.

Las distinciones entre los factores de producción y la forma que su remuneración toma para las diferentes clases sociales, ocupan lo esencial de La riqueza de las naciones. Las motivaciones de estas clases no son las mismas, y no coinciden necesariamente con el interés general.

Esta distinción nítida entre las remuneraciones de los diferentes factores de producción es típica de la Economía clásica, hizo falta esperar a la Revolución neoclásica de finales del siglo XIX para que la remuneración de los factores fuera integrada en el precio de la producción.[26]

[editar] La formación de los precios, la competencia y el mercado

Los salarios son la compensación directa del trabajo, es decir, el alquiler de la capacidad productiva del trabajador. El beneficio sobreviene cuando el stock de valor o de capital, acumulado por una persona, es empleado para poner a otras personas a trabajar, facilitándoles unas herramientas de trabajo, las materias primas y un salario con el fin de alcanzar un beneficio (esperado y no garantizado) vendiendo aquello que ellos producen. La ganancia es así la recompensa de un riesgo y de un esfuerzo. La renta predial existe desde que todo el territorio de un país está en manos privadas: «a los propietarios, como todos los demás hombres, les gusta recoger donde no han sembrado, y demandan una renta, incluso por el producto natural de la tierra».[27] Esta es pagada por los agricultores a los propietarios en contrapartida por el derecho a explotar la tierra, que es un recurso escaso y productivo. No requiere ningún esfuerzo por parte de los propietarios.

Diferentes tipos de bienes hacen intervenir a estos elementos en proporciones diferentes y tienen precios diferentes. Puesto que estos tres elementos se tienen en cuenta en el precio de casi todos los bienes, existe en todas partes una remuneración media para cada uno de ellos, es decir una serie de tasas medias o naturales.[28] El precio natural de un bien debe ser suficiente para pagar la renta, el trabajo y el beneficio que han sido necesarios para su fabricación. El precio de mercado puede ser más o menos elevado que este precio natural, en función de la oferta y la demanda, pero fluctúa alrededor de este debido a la competencia. De hecho, un productor que no tiene en cuenta su interés personal se encuentra enfrentado a sus concurrentes: si vende sus bienes demasiado caros, pierde a sus clientes, si paga a sus empleados demasiado poco, pierde a estos. El mercado competitivo se encarga así de la producción de los bienes demandados por el público, al precio que este está dispuesto a pagar, y remunera a los productores en función del éxito de su producción.[29]

En algunos casos, sin embargo, se puede haber concedido un monopolio a un individuo o compañía. Como no responde nunca a la demanda efectiva, el monopolista puede vender constantemente por encima del precio natural y entonces obtener un beneficio superior a la tasa natural. Por lo tanto, «el precio de monopolio es en todos los casos el más alto que se puede marcar».[28] Mientras que el precio natural es, al contrario, «el más bajo por el que los vendedores puedan generalmente satisfacerse, con tal de poder al mismo tiempo continuar con su negocio».[28]

La parte de cada uno de los tres elementos de un precio varía según las circunstancias. El nivel de los salarios viene determinado por el enfrentamiento de intereses de los trabajadores y los empresarios:

Los obreros desean ganar el máximo posible, los dueños, dar el mínimo; los primeros están dispuestos a llegar a un acuerdo para elevar los salarios, los segundos para bajarlos.

Los empresarios tienen a menudo la ventaja en este conflicto. Aun así, existe un salario mínimo de facto: el salario de subsistencia, que permite a un asalariado mantener a duras penas a su familia (Smith cita en esta ocasión a Richard Cantillon, una de las numerosas citaciones directas de La riqueza de las naciones).[31] A veces incluso, las circunstancias pueden favorecer a los asalariados: cuando los beneficios aumentan, un propietario, un rentista o un capitalista puede mantener a nuevos empleados, lo que hace que aumente la demanda de trabajo; incluso cuando un obrero independiente contrata a empleados. El aumento de la riqueza nacional da lugar entonces a un alza de los salarios del trabajo y los asalariados son los mejor pagados allá dónde la riqueza aumenta más rápidamente. Smith lo ilustra con los ejemplos de las colonias británicas de América del Norte, de la propia Gran Bretaña, de China y de la India. Este aumento salarial es del todo deseable:

Ciertamente, no se puede valorar como feliz y próspera una sociedad donde la mayoría de sus miembros están reducidos a la pobreza y la miseria. Lo justo, no obstante, exige que aquellos que alimentan, visten y dan hogar a todo el cuerpo de la nación, tengan, en el producto de su propio trabajo, una parte suficiente para poder alimentarse, vestirse y encontrar vivienda por sí mismos.[30]

El beneficio medio, es prácticamente imposible de determinar debido a su gran volatilidad entre sectores y de año en año. Smith propone acercarse al tema estudiando el tipo de interés del dinero. En base a un estudio comparativo entre varios países y varias épocas, concluye que «a medida que aumentan las riquezas de la industria y del pueblo, el interés disminuye».[32] Si la tasa de beneficio tiende a disminuir, y el stock de capital aumenta, la bajada de las tasas es compensada por un volumen de partida más importante, puesto que «el dinero crea dinero». Asegura asimismo que «vale más obtener un beneficio más pequeño con un capital grande, puesto que crecerá más rápidamente, que no un capital pequeño con un beneficio grande».[33]

El equilibrio entre ingresos del trabajo y del capital provienen de la competencia: «cada uno de los diversos usos del trabajo y del capital, en un mismo lugar, ha de ofrecer necesariamente un equilibrio entre ventajas y desventajas que establece o que tiende continuamente a establecer una igualdad perfecta entre todos los usos. Si, en un mismo lugar, hubiera cualquier uso que fuera evidentemente más o menos ventajoso que todos los demás, mucha gente se llegaría a precipitar en un caso, o a abandonarlo en el otro, de forma que sus ventajas se volverían muy rápidamente al nivel de aquellos otros usos».[34] Por ejemplo, si los consumidores deciden comprar más guantes y menos zapatos, el precio de los guantes tiende a subir mientras que el de los zapatos tiende a bajar. Entonces, las ganancias de los guanteros aumentan mientras que las de los zapateros disminuyen. En consecuencia, el trabajo en el sector de la zapatería desaparecería, mientras que en el sector de los guantes se incrementaría. Finalmente, la producción de guantes aumenta y la producción de zapatos disminuye, con tal de ajustarse al nuevo equilibrio del mercado.[35] La asignación de la producción (y de los recursos) se ajusta de esta forma a los nuevos deseos de la gente sin la menor planificación. Este equilibrio del mercado no impide las desigualdades: para Smith, en una sociedad libre, las desigualdades en el salario provienen de la dureza del trabajo o de su propiedad, de su facilidad de aprendizaje, de su regularidad en la ocupación, de su estatus y de sus oportunidades de éxito. De estas cinco fuentes de desigualdad, solo dos influencian sobre la tasa de ganancia del capital: el atractivo y la garantía de recuperación de la inversión.

[editar] Distorsiones causadas por el Estado

Pero el Estado (la «policía de Europa»)[36] es capaz de causar desigualdades muy grandes: restringiendo la competencia o provocándola más allá de su nivel natural, u oponiéndose a la libre circulación del trabajo y de los capitales entre diferentes usos y lugares. Con respecto a la restricción de la competencia, Smith ataca particularmente al corporativismo que, debido a la acumulación de privilegios y restricciones, permite enriquecerse a los empresarios y a los comerciantes. En definitiva, dependen de los propietarios, de los agricultores y el resto de trabajadores del campo. Pone en guardia particularmente contra los riesgos de colusión: «Ya es bien extraño que gente del mismo oficio se encuentren reunidos, con tal de disfrutar o de distraerse, sin que la conversación no acabe con alguna conspiración contra el público, o para hacer cualquier maquinación para elevar los precios».[37]

Por el contrario, con la asignación de pensiones, becas y plazas en los colegios y seminarios, el Estado atrae hacia ciertas profesiones a mucha más gente de la que habría si no existieran dichos incentivos. Smith cita a los curas de pueblo, tan numerosos a causa de que su educación casi gratuita no puede ser retribuida por el parlamento. La educación literaria aparece sin embargo como un beneficio limpio (una externalidad positiva). Las leyes sobre el aprendizaje y la exclusividad de las corporaciones traban más la libre circulación de las personas entre oficios que la de los capitales: «por esto un rico comerciante encontrará más facilidades para obtener el privilegio de establecerse en una ciudad de la corporación que un pobre artesano para obtener el permiso para trabajar».[37] En Inglaterra, las Poor Laws («Leyes de Pobres») prácticamente prohibían a los pobres cambiarse de parroquia con tal de encontrar un trabajo mejor, un «atentado manifiesto contra la justicia y la libertad naturales».[37] Finalmente, las leyes sobre los tipos de salarios no tienen por objetivo remunerar a un obrero cualificado al mismo tipo que a un obrero ordinario.

[editar] La renta y los ingresos

La renta o arrendamiento es el tercer y último elemento constitutivo de los precios. La renta es un tipo de precio de monopolio, no vale el mínimo valor posible para el propietario, pero en cambio sí que es el valor máximo posible para el agricultor. Mientras que la rentabilidad del capital y del trabajo van al alza, la renta a la baja: Smith sugiere que es determinado por la cantidad de tierras cultivadas, cantidad que es determinada por el nivel de población. (David Ricardo ofrecerá un análisis mucho más detallado en 1817). Depende pues de la calidad de la tierra, pero también de la tasa media de rendimiento del trabajo y del capital. Se trata de un excedente: cuando aumenta el precio de la tierra, el ingreso adicional es totalmente capturado por la renta.

Los salarios, el beneficio y la renta, constituyentes del precio, son igualmente los constituyentes de los ingresos; se reencuentra esta identidad en la descomposición moderna del producto interior bruto, donde la producción total es igual al ingreso total. Las tres clases de la sociedad, cuyos ingresos comportan indirectamente los ingresos de toda la población, son los propietarios, los agricultores y los capitalistas. El interés de estas clases no coincide necesariamente con el interés común. Este es el caso de los propietarios y los agricultores: lo que enriquece a la nación los enriquece de igual manera a ellos. Con respecto a los capitalistas, si la expansión del mercado es provechosa tanto para ellos como para el público, la restricción de la competencia es provechosa solamente para ellos. Smith aboga por una mayor desconfianza de las propuestas de los capitalistas:

Cualquier propuesta de una nueva ley o de un reglamento del comercio, que proviene de esta clase de gente, debe ser siempre recibido con la mayor desconfianza, y no adoptarla nunca hasta haberla sometido aun largo y serio examen, al que hace falta dedicar, no digo solamente la más escrupulosa, sino la atención más cuidadosa. Esta propuesta viene de una clase de gente cuyo interés no sabría nunca ser exactamente el mismo que el de la sociedad, ya que tienen, en general, interés en engañar al público, e incluso en oprimirlo y que, además, han hecho ya una y otra cosa en muchas ocasiones.

[editar] Capital fijo y capital circulante

Una máquina de vapor es un ejemplo de capital fijo.

El fondo acumulado (el conjunto de las posesiones) de una persona se divide en dos partes: una sirve para el consumo inmediato (víveres, vestidos, muebles, etc.) y no contribuye al ingreso, la otra puede usarse de tal forma que procure un ingreso a su propietario. Smith separa esta segunda parte, denominada capital, en dos categorías. El capital fijo genera un beneficio sin cambiar de manos, como por ejemplo la maquinaria. Las mercancías de un negociante, en general todos los bienes que son vendidos a cambio de un beneficio y reemplazados por otros bienes, constituyen el capital circulante.

Esta división se traslada a la sociedad. Así, las viviendas entran en la categoría de «consumo», tanto si están ocupadas por sus propietarios como si no (puesto que una casa no puede producir nada por sí misma). Lo mismo ocurre con la ropa, aunque puede alquilarse. Los ingresos que se obtienen de estos bienes «provienen siempre, en último análisis, de otra fuente de ingresos».[39] El capital fijo está constituido por máquinas, edificios usados para la producción, mejoras aportadas a la tierra y aptitudes y competencias adquiridas por todos los miembros de la sociedad (lo que se denomina hoy capital humano). El capital circulante se compone de dinero, provisiones (alimentos o materias primas) retenidas por los productores o comerciantes y productos acabados pero todavía no vendidos. Todos los capitales fijos provienen en origen de los capitales circulantes y necesitan el consumo de capitales circulantes para ser mantenidos.

[editar] Ingreso bruto, ingreso neto y el papel de la moneda

Smith hace una distinción entre ingreso bruto e ingreso neto: el ingreso bruto es la suma de la producción de la tierra y del trabajo de un país, mientras que el neto deduce los gastos de mantenimiento del capital fijo y de la parte del capital circulante constituido en moneda. Se reencuentra esta distinción en los agregados modernos: producto interior bruto y producto interior neto. El dinero por sí mismo no contribuye a la renta nacional: «la gran rueda de la circulación es del todo diferente de las mercancías que hace circular. La renta de la sociedad se compone únicamente de estas mercancías, y nunca de la rueda que las pone en circulación».[25] Esta concepción es radicalmente diferente de la de los mercantilistas. El dinero es un medio de almacenamiento del valor y no es útil al fin y al cabo, simplemente permite ser intercambiado por bienes consumibles. Smith deduce la legitimidad de la moneda fiduciaria, que cuesta infinitamente menos de fabricar que la moneda de plata o de oro. Esta conclusión se sostiene en un estudio de los sistemas bancarios de Inglaterra y de Escocia, donde Smith evoca igualmente al sistema de Law.

[editar] Trabajo productivo, trabajo no productivo y acumulación del capital

Para Smith, el trabajo productivo es aquel que contribuye a la realización de un bien comercial (como el trabajo del obrero), mientras que el trabajo improductivo no añade nada al valor (como es el trabajo del criado, donde los servicios «mueren en el mismo instante en que se prestan».)[40] Esta distinción es a menudo utilizada en economía. No sobreentiende que el trabajo improductivo es inútil o deshonroso, pero dice que su resultado no se puede conservar y no contribuye pues al fondo económico para el año siguiente.

Los trabajadores productivos son remunerados a partir de un capital, mientras que los trabajadores improductivos son remunerados a partir de un ingreso (renta o beneficio). A medida que una economía se desarrolla, su capital aumenta y la parte necesaria por el mantenimiento del capital aumenta también.

Los capitales aumentan de hecho con la moderación «la causa inmediata del aumento del capital es la economía y no la industria»,[40] motivado por el esfuerzo constante, uniforme e ininterrumpido de todo individuo con tal de mejorar su suerte.[40] Dedicando más fondos al trabajo productivo, el capital de un hombre ahorrador pone en marcha una producción adicional (en términos modernos, el ahorro es igual a la inversión). Así, lo que es ahorrado es igualmente consumido, pero por otros: por los trabajadores productivos en lugar de los trabajadores improductivos o de los no trabajadores, que reproducen el valor de su consumo, más una parte de beneficio. A la inversa, el malgastador desgasta su capital y disminuye la masa de los fondos disponibles para el trabajo productivo, lo que disminuye el ingreso nacional, incluso si no consume más que bienes nacionales.

La única manera de aumentar la producción de la tierra y del trabajo es aumentar, bien el número de trabajadores productivos, bien la productividad de estos. Esto requiere un capital suplementario, ya sea para pagar a los nuevos trabajadores, o para facilitarles nuevas máquinas o mejorar la división del trabajo.

Un país que tenga un exceso de improductivos («una corte numerosa y brillante, una gran institución eclesiástica, grandes flotas y grandes ejércitos»),[40] puede costarle una parte excesivamente grande de sus ingresos y quedarse sin los suficientes para mantener el trabajo productivo a su nivel, lo que provoca una disminución del ingreso nacional año tras año.

Del mismo modo, si la demanda de trabajo aumenta, los salarios se elevan por encima del nivel de subsistencia; a largo plazo esto provoca un aumento de la población y de la demanda de alimentos, lo que empuja al poder adquisitivo en la dirección del nivel de subsistencia. Aun así nunca vuelve tanto a este nivel, por lo que la acumulación de capitales continúa persiguiéndose, lo cual permite a la sociedad entera mejorar su suerte.[41] Esta mejora es del todo deseable para Smith:

Esta mejora sobrevenida en las clases populares más bajas, ¿debe ser vista como una ventaja o un inconveniente para la sociedad? A primera vista, la respuesta parece extremadamente simple. Las criadas, los obreros y artesanos de toda clase componen la mayoría de toda sociedad política. O, ¿nunca se puede percibir como una desventaja para el todo aquello que mejora la suerte de la mayoría? Seguramente, no se ha de ver como feliz y próspera una sociedad donde la mayoría de sus miembros están reducidos a la pobreza y la miseria. La única equidad, por otro lado, exige que aquellos que alimentan, visten y conforman todo el cuerpo de la nación, tengan, en el producto de su propio trabajo, una parte suficiente para estar ellos mismos aceptablemente alimentados, vestidos y alojados.

Smith describe así un círculo virtuoso, espoleado por la acumulación de capital, que permite al pueblo entero aumentar su nivel de vida.

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