viernes, 16 de julio de 2010

La Mano Invisible

Mano invisible

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Lo que no dijo: En razón de que el número de quienes citan a Adam Smith es inmensamente superior al número de quienes lo han leído, antes de analizar su obra es necesario señalar que existen tres grandes mitos que suelen ser falsamente atribuidos a Smith: primero, la política del ‘dejar hacer, dejar pasar’; segundo, la existencia de ‘la mano invisible’; y tercero, la defensa del ‘capitalismo’.

‘La mano invisible’ En la primera sección del Capítulo II del Libro IV de su obra, refiriéndose a la acción individual de las personas, Adam Smith escribe la siguiente frase: ‘Ninguno por lo general se propone originariamente promover el interés público.... Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera, sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su producto sea el mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este y en muchos otros casos es conducido, como por una mano invisible, a promover un fin que nunca tuvo parte en su intención.’

Esa es la única vez que la palabra ‘invisible’ aparece a lo largo de las mil sesenta y una páginas que tiene la obra. Sin embargo, la ‘mano invisible’ quizás es la metáfora más usada en la argumentación económica, tal vez superada solo por aquella otra famosa metáfora del ‘libre juego’ entre oferta y demanda.

Desde luego, lo que suele resaltarse es la posibilidad de que la ‘mano invisible’ logre transformar parte de las ganancias del comerciante y del productor en ganancias para el resto de la población; posibilidad que no podría ser negada ni siquiera por el más radical adversario de la economía de mercado. Pero el mito levantado alrededor de esa metáfora consiste en convertir esa posibilidad –‘en este y en muchos otros casos’- en la creencia de que la ‘mano invisible’ siempre conducirá al bien común; creencia que es negada una y otra vez por el propio Adam Smith, por ejemplo cuando explícitamente intercede por la necesidad de legislar: ‘Dos objetos son los que presenta la economía política, considerada como uno de los ramos de la ciencia de un legislador y que debe cultivar un estadista: el primero... habilitar a sus individuos y ponerles en estado de poder surtirse por sí mismos de todo lo necesario; y el segundo, proveer al Estado o República de rentas suficientes para los servicios públicos y las expensas o gastos comunes, dirigiéndose en ambos objetos a enriquecer al Soberano y al pueblo como tales’.

Cuando expresa más temor por la ambición privada que por la tiranía pública:

‘Puede decirse que la caprichosa ambición de algunos tiranos y ministros, que en algunas épocas ha tenido el mundo, no ha sido tan fatal al reposo universal de Europa como el impertinente celo y envidia de los comerciantes y fabricantes’.

Alfredo Vergara (2005): “América Latina: entre luces y sombras”, edición digital accesible a texto completo en http://www.eumed.net/libros/2005/av/


La mano invisible es una metáfora que expresa en economía la capacidad autorreguladora del libre mercado. Fue acuñada por el filósofo político escocés Adam Smith en su Teoría de los sentimientos morales (1759), y popularizada gracias a su obra magna, La riqueza de las naciones (1776), a pesar que sólo fue utilizada tres veces en este último texto.

Es generalmente aceptado que tanto la teoría de la mano invisible como la del laissez faire -popularizada por el fisiócrata Jean-Claude Marie Vicent de Gournay en los 1750s- representan los fundamentos ideológicos del Liberalismo clásico.

Para Smith, la Mano Invisible estaba conformada por la conjunción del interés personal de cada individuos, expresada a través de la competencia, la oferta y demanda, etc, mecanismos que, sugería Smith, son capaces por sí mismos de asignar con eficiencia y equidad tanto los recursos como el producto de la actividad económica..

La sugerencia de la Mano Invisible supone la acumulación de la problemática de la Justicia social -independientemente de acción al respecto por Estado- solo en la política económica o, más específicamente, en la actividad económica por sí sola. Según esta visión, la mano invisible compensa las acciones y regula las conformaciones sociales.

Posteriormente, Friedrich von Hayek busco reemplazar o complementar la sugerencia con la de un "orden espontaneo", que conducirian a "una asignación más eficiente de los recursos de la sociedad que cualquier diseño puede lograr." [1]

Sin embargo algunos críticos han expresado que tal "orden espontaneo" carece de cualquier fundamento moral o ético [2] [3] [4] , aspecto que es central a la posición de Smith y posiblemente a cualquier tentativa de justificar sus propuestas económicas en términos de "dar a cada cual lo que corresponde".

Para Smith ese elemento de justicia tiene una función fundamental como “el pilar principal que mantiene todo el edificio” (de la vida social) (ver "Teoría de los sentimientos morales"), es decir, es el fundamento que hace posible mantener una cohesión social; cohesión que sustenta el orden necesario -en la opinión de Smith- para asegurar el buen funcionamiento económico. [5]



[editar] Telón de fondo

Las ideas de Adam Smith no sólo buscaron ser un tratado sistemático de economía sino uno también de moralidad, constituyendo un ataque frontal a la doctrina mercantilista. Al igual que los fisiócratas, Smith intentaba demostrar la existencia de una Ley de la naturaleza, que funcionaría con más eficacia cuanto menos se la perturbara.

Para Smith, el concepto se da en el marco del “teísmo racional” típico de su tiempo [6] , como manifestación de la Divina Providencia, algo que tiene las características de bendición divina por las riquezas que crea junto a un número predeterminado de instituciones a partir de las cuales se mantiene el orden social. El espectador imparcial (la humanidad) no puede negar ni la existencia de ese orden natural ni las implicaciones que de eso siguen: la existencia de Dios y la justicia del orden social existente, basado en las clases sociales:

“Pero cada parte de la naturaleza, cuando es estudiada con atención, demuestra igualmente el cuidado providente de su Autor, y podemos admirar la sabiduría y bondad de Dios incluso en la debilidad y tontera del hombre” (Teoría de los sentimientos morales 6th ed. p 96)

Consecuentemente, en su “investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones” Smith llama al primer libro “De las causas del adelantamiento y perfección en las facultades productivas del trabajo; y del orden con que su producto se distribuye naturalmente entre las diferentes clases del Pueblo”. A mayor abundancia, la conclusión de ese primer libro re-afirma: “Todo el producto anual de la tierra y del trabajo de una nación ... naturalmente se divide, como ya se ha observado, en tres partes; la renta de la tierra, los salarios del trabajo, y las ganancias del capital (stock en el original), y constituye un ingreso a tres órdenes diferentes de personas; los que viven de rentas, los que viven de salarios, y los que viven por la ganancia. Esas son los tres órdenes originarios, y principales partes componentes de toda sociedad civilizada, de cuyos ingresos esos de todos los otros órdenes últimamente se derivan” (Libro I, cap XI: Conclusión)

Es en ese contexto que Smith introduce “la mano invisible”. Los hombres (no solo pero principalmente los "de propiedad”):

".. a pesar de su egoísmo y rapacidad natural, a pesar que solo buscan su propia conveniencia ... comparten con los pobres el producto de sus mejoras. Son llevados por una mano invisible a hacer casi la misma distribución de las necesidades de la vida que se habría hecho si la tierra hubiese sido dividida en porciones iguales entre todos sus habitantes y así, sin intentarlo, sin saberlo, avanzan el interés de la sociedad” ((Teoría de los sentimientos morales, p 350: Part IV: Of the Effect of Utility upon the Sentiment of Approbation). (ver también Interés público)

Smith consideraba que la división del trabajo y la ampliación de los mercados abría posibilidades ilimitadas para que la sociedad aumentara su riqueza y su bienestar social mediante la expansión de producción especializada y el comercio entre las naciones, abriendo así el camino de la industrialización y de la aparición del capitalismo moderno en el siglo XIX.

Tanto los fisiócratas -de quienes se origina el famoso Laissez faire- como Smith ayudaron a generalizar la idea de que, ya que existe un orden natural aplicable a la economía, sigue que ese orden exige la no intervención del Estado, porque las cosas se van a acomodar conforme a una voluntad o mecanismo superior, omnisciente:

"La administración del gran sistema del universo, sin embargo, el cuidado de la felicidad general de todos los seres racionales y sensibles, es el negocio de Dios y no del hombre. Al hombre le esta alocado un departamento mucho más humilde, pero uno mucho más adecuado a la debilidad de sus poderes y la estreches de su comprensión; el cuidado de su propia felicidad, la de su familia, sus amigos, su país." (op cit p 215)

Todo lo anterior parece sugerir o es generalmente interpretado como significando que -en la opinión de Smith- el sistema económico tal y como existía o existe no deja lugar a una objeción moral acerca de las injusticias a las que el sistema de mercado pueda dar lugar. Parece que para Smith, “el resultado de la distribución -quien posee que- de las consecuencias no intencionadas de las acciones individuales no admite reclamos morales insatisfechos más allá de que esas acciones no hayan causado daño a la propiedad o persona de otros. Cualquier resultado del mercado es tan justo como cualquier otro” [7] Sin embargo, esa no es una interpretación universalmente aceptada [8]

[editar] Crítica

A pesar de su origen en una tentativa de dar fundación moral a un sistema socioeconómico, la tesis de la mano invisible no es capaz de garantizar la distribución equitativa de la prosperidad económica de acuerdo a algún criterio moral de recompensa al esfuerzo o la capacidad individual. Una economía de mercado retribuye a los individuos solo de acuerdo con su capacidad para producir cosas que otros están dispuestos a pagar. El mejor jugador de baloncesto del mundo gana más que el mejor jugador de ajedrez del mundo simplemente porque la gente está dispuesta a pagar más por ver un partido de baloncesto que por ver una partida de ajedrez, no porque el baloncesto o el esfuerzo dedicado a perfeccionarse en uno sea inherentemente mas virtuoso que el otro.

Consecuentemente se ha alegado que el concepto solamente muestra el desconocimiento de Smith del funcionamiento del mercado. Y que esa percepción del funcionamiento de la economía se basa en el supuesto erróneo que un funcionamiento de acuerdo a ese orden natural llevaría inevitablemente a una economía eficiente y justa. En las palabras de Joseph Stiglitz:

"Las teorías que desarrollamos explican por qué los mercados sin trabas, a menudo, no sólo no alcanzan justicia social, sino que ni siquiera producen resultados eficientes. Por determinados intereses aún no ha habido un desafío intelectual a la refutación de la mano invisible de Adam Smith: la mano invisible no guía ni a los individuos ni a las empresas -que buscan su propio interés- hacia la eficiencia económica."[9]

Por ejemplo, tanto Smith como la literatura económica clásica que se originó de su obra asume que los mercados son siempre eficientes excepto por algunas fallas limitadas y bien definidas. Los recientes estudios de Stiglitz y otros más revocan esa presunción: es solo bajo circunstancias excepcionales que los mercados son eficientes. Stiglitz (y Greenwald)[10] muestra que "cuando los mercados están incompletos y/o la información es imperfecta (lo que ocurre prácticamente en todas las economías), incluso en un mercado competitivo, el reparto no es necesariamente Pareto eficiente. En otras palabras, casi siempre existen esquemas de intervención gubernamental que pueden inducir resultados Pareto superiores, beneficiando a todos[10] .

Aun cuando estas observaciones y la generalización de las fallas de mercado no garantiza que una intervención estatal sea exitosa, dejan claro que el rango "óptimo" de intervenciones gubernamentales recomendables es definitivamente mucho mayor que lo que la escuela tradicional reconoce[11] :

El verdadero debate hoy en día gira en torno a encontrar el balance correcto entre el mercado y el gobierno. Ambos son necesarios. Cada uno puede complementar al otro. Este balance será diferente dependiendo de la época y el lugar.[12

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